No es extraño que, en la vida, una pausa acompañada de una relativa calma nos permita considerar absurda cualquier preocupación, pero es suficiente un ligero sobresalto para que todo caiga nuevamente en la oscuridad y en la oscuridad vuelvan a agredirnos los fantasmas de este nuestro lento y estúpido suicidio.

No es la certeza de una traición que, al final de una relación, nos mortifica sino la convicción que la mentira continue a existir aún cuando ya no hay ningún motivo.

La costumbre es privilegio de los débiles y de los estúpidos: ¿el hecho que se la identifique con la supervivencia puede cambiar su significado?

He entrevisto un nuevo y placentero horizonte y, aunque si sé que es temporáneo, no quiero perderlo; no debo. Cómo es al mismo tiempo absurdo y lógico ver cambiar tan rápidamente nuestros horizontes cuando en realidad cambian sólo las perspectivas.

Un gato muerto en mitad de la calle. Parecía dormido pero sus ojos, tan abiertos y tan vivos, eran los ojos que sólo los muertos pueden tener.