ARIDEZ

El día del lobo
las ranas
emanan el último grito
y de mil úteros desentrañados
salen
las arañas de la noche.
Buscando ayuda
vagan solos
mientran en el cielo
los últimos sueños
se solidifican
para caer al suelo.
Por la finestra entreabierta
entra mucha neblina.
Polvo de hormigas
en los ojos.
El galope
del caballero del tiempo
no tiene más sentido
y también los pensamientos
más ingeniosos
no dan más alimento.
Bulones de acero en el pecho
puntas de flecha
quebradas
por la fuerza del hierro.
Una muerte precoz.
A la sombra del bosque
jóvenes infelices
ocultan emboscadas
de nostalgias románticas.
Y las ratas
multitud de ratas infectadas
salen del asfalto
arrastrándose entre los pies.
Nos apartamos.

OSCURIDAD

Con pasos muy suaves
se acerca
el abismo que gira.
El pozo viscoso
vestido
con vermes lúcidos
parece casi
más atractivo.
Si no fuese una mirada
a detenerme
tal vez
ya me hubiera echado
en el fondo.
Una carcajada irónica,
un regreso
de las leyes del futuro
o una caricia cansada
no son suficientes
a la muñeca descalza que ha intuido
el peligro.
Dormir al atardecer
para soñar el amanecer.
Precipitar
para aferrar hilos de hierba.
Caer
sobre cojines de luz
para ver más claro.
Catástrofe de ilusiones.
Mucho tiempo atrás
había sombra.
Ahora sólo oscuridad,
tanta, tanta oscuridad.
Llorar no sirve.