Desear la decadencia de los otros para percibir menos los efectos negativos de la propia es seguramente condenable pero es lo que sucede muy seguido.

A veces una multitud de dudas se nos concentra en la mente y, haciéndonos retroceder en el tiempo, nos impide vivir un presente diverso.

Cambios continuos y repentinos, durante las venticuatro horas, pasan uno tras otros sin pausas aclaratorias. Catástrofes, restructuraciones provisorias, indecisiones sobre el futuro, incertezas de juicio. Lo que es justo aparece equivocado y viceversa sin lograr comprender ni siquiera un concepto determinante para poder comenzar desde un punto firme que pueda coordinar al menos el sentido de dos solas evaluaciones tan antitéticas, para dar finalmente la justa respuesta a una duda.

Buscar nuevos destinos… ¿no es tal vez mi destino?

TENGO MIEDO

Tengo miedo.
Cuando me miras
con esos ojos fríos
que me escrutan dentro
y me hacen helar.
Cuando sonries
con ese gesto extraño
al que sólo yo sé dar
el significado más verdadero.
Cuando juegas conmigo
como hace el gato con el ratón
y te divierte verme sufrir.
Cuando me odias
con la intensidad
de tu amor,
cuando miras a alguien
con el mismo calor
que creo sólo mio
cuando me pides la verdad
y no me donas la tuya.
Tengo miedo
cuando te veo llegar
para herirme de nuevo
pero te miro
y no cierro la puerta.

No obstante la apariencia no deba engañarnos, esto sucede con frecuencia pues es el único elemento inmediato que tenemos a disposición para poder dar una opinión.

Una combinación que se repite muy seguido pierde el sentido que le ha sido atribuido y, contando que las combinaciones son infinitas, una que se pueda considerar auténtica en realidad no existe.

A veces la sensibilidad es tan absurda que se complace de la propia tristeza, pero, por otra parte, creo que satisfacerse con alguna cosa, aunque si pueda parecer inconcepible, sea una necesidad indispensable.

A menudo mil verdades no valen una mentira bien formulada.

Cuando una persona muere se usa decir: “Quedará para siempre en nuestros corazones”, pero apenas un individuo deja de existir, comienza a disiparse también su recuerdo y lo poco que queda de él lo conservan candidatos a desaparecer y, por consiguiente, es irremediablemente provisorio. La única consolación es propio ésta: aunque si sólo por poco, quedaremos tal vez en el corazón de alguien.