Si te llamases fantasma haría construir un reino de cristales más allá del último reflejo de una mirada recostada en el fondo de una inadvertida sensación para enviar cada tanto embajadores de pensamiento para observar a escondidas el deseo de un beso.

Tengo la sensación de vivir la vida de otro. Una vida menos sensible pero sin dudas más agradable de la mia. En realidad, uno de los períodos más despreocupados de mi existencia no me pertenece.

En el limbo de una felicidad pasajera vagabundeo buscando los paraísos prohibidos y seductores que crea mi fantasía.

Si el amor fuese un sentimiento sólo ligeramente más intenso de lo que a veces infortunadamente siento, no podría considerarlo que como algo monstruoso y, por tanto, efectivamente insoportable e imposible vivir. Pero el amor nunca va más allá de ese límite porque en verdad es ya un monstruo. Un monstruo refinado y cruel que me devora día tras día, pero sólo en parte, de modo que lo que queda de mí pueda reproducirse para la supervivencia mia y suya.

El hecho de haber acogido un gatito vagabundo me ha hecho volver atrás en el tiempo, a cuando recibí la pequeña Pussy y especialmente a cuando desapareció dejándome inmerso en una especie de soledad que aún no conocía.

A menudo la esperanza vacila dejando esa sensación de vacío, de ausencia y de provisoriedad tan detestada pero que ha colmado muchas horas de la existencia.

La muerte que he sentido tan cerca era sólo una sensación que me has dado tú.

Esperando vencer contra una derrota que nunca he vivido, observo el tiempo pasar y, como una pantera negra, me escondo en la sombra.

Cuando felicidad y tristeza te abrazan al mismo tiempo es imposible describir las sensaciones percibidas y entonces callas mientras viajan los pensamientos.

Un mosaico de sensaciones, deseos y esperanzas, donde aún el leve golpe de una gota encrespa la quietud en círculos de dudas.