Por mucho tiempo creí que entre la vida y la muerte existía una tercera dimensión pero me equivocaba: existe sólo una consciente fusión de ambas.

En períodos oscuros, como éste en el que estamos viviendo, sucede que nos encerramos en la cáscara de nuez del propio personalismo y, no obstante nos demos cuenta que cometemos un error, no logramos reaccionar, tal vez porque en la produndidad de nuestro inconsciente es fundamental aquello que deseamos.

Solo. Cuando no es causa de una libre elección, sentirse solo resulta particularmente deprimente aunque si el lugar es el más hermoso del mundo, o más bien propio por esto.

Con frecuencia las intenciones permanecen solamente intenciones y, como siempre, se trata de recuperar al menos parte del tiempo perdido, a la noche. La tendencia a viajar en el laberinto de un misterio psicológico sin solución, tal vez no es que el deseo de aventura o el rechazo de una vida consciente poco entusiasmante. Pero es suficiente que el pensamiento se detenga un poco más y estas reflexiones se presentan también como torpes esfuerzos psicológicos. A veces parece que se quiera sólo escapar hacia atrás.

Muy seguido nos convencemos que un fracaso personal es sólo presumible, pues inconscientemente evitamos adquirir la certeza que lo sea.

Sucede que se odia el odio no sincero que de vez en cuando se puede sentir por uno mismo, no tanto porque es odio sino porque no es sincero.

Breves paréntesis de pensamiento abren los ojos al miedo y luego se huye corriendo, para encontrar refugio en el ángulo de la amnesia.

Buscar nuevos destinos… ¿no es tal vez mi destino?

Existen días en los cuales el equilibrio perennemente inestable, construido sobre el sufrimiento y conservado atentamente por el miedo de no sobrevivir, parece derrumbarse para romperse miserablemente sin posibilidad de prórroga. En estos días se pone en evidencia la inutilidad de una lucha que, en su trayecto, ya ha sido preconstituida de manera definitiva y que sería inútil insistir para poder modificarla. Siempre el instinto vence contra la razón. La única solución sería matar instinto y razón, y lograrlo es sólo una cuestión de tiempo.

El mundo está lleno de monstruos y desde hace tiempo estoy seguro que pertenezco a ese grupo, pero lo que creo más monstruoso es el hecho de que ninguno de nosotros sea consciente de ello.