Etiquetas

cervello26.jpg

¿Por qué, maldito él, mi cerebro, que construye pensamientos esquivando mi voluntad y, andando hacia lo que no deseo saber, ver, sentir, percibir, conocer, me arrastra hacia la conciencia del no ser y hacia un mundo que por momentos advierto como nuevo pero que es antiguo como la mente?
Escribo, escribo para traicionarme, para no rendirme a la verdad de cada día, para vivir evidenciando la inutilidad en una rueda de absurdas persecuciones que continuan a devorarse entre ellas, agigantándose en vez de destruirse. Siendo el único que será devorado de verdad, alimento mi cerebro dejándome pagar con una especie de suicidio que me suministra sabiamente con dosis constantes pero cada vez mayores.
Mi cerebro es loco, terco, agudo e incoherente. No obstante sea conciente que no alcanzará nunca la verdad, la busca siempre y, proponiéndose desafíos constantes y utópicos, persigue objetivos, ambiciones, aplausos, esperanzas que ya sabe que son ilusorios.
Su absurda, perenne carrera sin límites es mi verdadero y único grande límite y así será, creo, para siempre.