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La introspección, como la energía y el sentimiento, es una de las conquistas que nos ha enriquecido más de cualquier otra y que, más de cualquier otra, está desapareciendo progresivamente de nuestro bagaje cultural.

A diferencia de lo que muchas personas creen no pienso que su deterioramiento derive principalmente de la influencia de la tecnología que es sólo la expresión moderna de una especie de dependencia desviante como lo han sido en el pasado las religiones, las ideologías o las supersticiones. Sin dudas, la tecnología ha sido utilizada a menudo para adormecer y homogeneizar ideas y sentimientos y por ello puede ser considerada cómplice de un conformismo muy vasto, pero en verdad ha sido la muerte de la ética causada por la victoria del dios dinero que ha contribuido de manera decisiva a evitar el pensamiento.

Hoy la introspección para muchas personas se ha transformado en un juez al que no se puede y no se quiere dar lugar porque nos conduce a la conciencia. En en el mundo en el que vivimos todo debe ser bello, sin culpas para nadie y por tanto sereno y feliz, pero la conciencia rechaza esta forma de interpretar la vida porque sus reflexiones, siempre despiadadas e indiscutibles, inevitablemente llevan a la verdad. Una verdad inconfesable también y sobre todo para nosotros mismos y por consiguiente hacemos de todo para que no venga a la luz. Evitando la introspección neutralizamos también los efectos de la conciencia y nos convencemos de poder vivr una existencia más serena. En realidad nos regalamos una vida llena de inconscientes sentidos de culpa que, sin revelarse, nos tormentan.