
Como de costumbre, las opiniones apresuradas se revelan aproximativas y, por tanto, un cierto margen de error es inevitable; de todas fornas creo que sea mejor que una opinión elaborada porque, esta última, además de necesitar más tiempo, no permitiría incurrir en el mismo margen de error, puesto que, en dicho caso, no podría existir ese instinto que muy seguido ayuda las evaluaciones.