
MI CIUDAD
El viaje del buitre
termina
en el aeropuerto
de mi ciudad.
Donde
la mirada
de las ratas necrófagas
se detiene ávida
en la marcha de los esqueletos.
Donde
la barca de Caronte
llega
todas las mañanas
para recoger los desperdicios
de la avenida de las vidrieras.
Donde
manos heridas
ofrecen restos de carne
al hambre
de picos ganchudos.
Donde
viviendas superpuestas
sobre el pantano
de las crisálidas humanas
forman
racimos de vida espontánea
y el tiempo sigue
los batidos de alas
de los murciélagos diurnos.
Donde
el mundo de las circunlocuciones
se encuentra
en el espacio abierto
de los viajes provisorios
y un grito mudo
crea necrópolis
en un mundo anfibio
de saliva.
Con vagas expresiones
catarifrangentes
vuelven las luces canceladas
por los lazos de ilusión
mientras
los días y los años
víctimas
de un gran juego de bochas
permanecen en fila
para vivir a distancia.
El guepardo
ha perdido una pata
para tener
una cola de más.
El círculo central
no es perfecto
pues los círculos externos
están llenos de puntas
erizadas hacia adentro.
Cuando
el fuego de las lentes
se posa
en los laberintos de inconsciencia
también el grito de los mudos
puede
tener sentido.
La rueda
es impenetrable.
El hilo del discurso
queda suspendido.
Llega la noche.
El buitre
retoma su viaje.