
Sueño de esta noche:
En una maravillosa, pero desconocida, zona arbolada en las afueras de la ciudad, una persona que conozco estaba jugando a la pelota con un médico cirujano.
Me había parado un momento para observarlos cuando la pelota, lanzada con excesiva fuerza, llegó hasta mí. La recogí y, sin quererlo, la tiré más lejos de lo debido, perdiéndose entre la vegetación que crecía a sus espaldas.
Decidí en seguida de ir a buscar la pelota. Mientras caminaba apartando las ramas y con la mirada fija en el suelo, me encontré, sin darme cuenta, frente a un árbol enorme y maravilloso. Las raíces, grandes y contorcidas, en algunos puntos brotaban del suelo y luego volvían a hundirse como grandes serpientes que buscan un lugar fresco. Las ramas, llenas de hojas pero sin frutos, abrían sus brazos nudosos superando todas mis fantasías.
Mientras admiraba extasiado lo que imprevistamente capturaba y robaba mis ojos, una voz me hizo girar la cabeza. Era un hombre de treinta años aproximadamente, con un aspecto descuidado e insignificante, que venía en bicicleta cantando una canción: “Si vas de paseo, no importa si te crece un cabello blanco porque vas a ver un árbol maravilloso que creció sólo para ti”.