
Todo es fugaz. Aún la más bella de las rosas está destinada a transformarse en breve tiempo en una amorfa masa de alimento para nutrir encimas y diversos insectos. Un elemento que irá a integrarse con la tierra, pero que, para nuestros ojos, es particularmente desagradable. Si, cada vez que deseamos regalar una flor, pensásemos un momento que la bella mujer que la recibirá está destinada también ella a sufrir la misma suerte, como además nosotros mismos, probablemente eviteremos el inconsciente impulso que nos lleva al galanteo.