
EL ÚLTIMO GRITO
En el consuelo
semejante a la existencia
del topo amorfo
la única veleidad deforme:
ilusión de las
vérgines antiguas.
Fluctuantes
en danzas macabras
donde
el laúd y la flauta
nutren su propio
espacio
matando melodías.
Incosistencia,
futura vanidad
de generaciones impalpables
flotan
en etéreos espacios
sin nubes sólidas.
Final de una guerra
nunca comenzada
combate de lanzas,
de espadas
y de escudos
vencidos
por la meridiana.
Un rayo de luz
nos ha traspasado el corazón.
Ah, cuerpo destrozado
por los rostros aduncos
insaciables
de nuevas ideas
eliminadas al nacer.
Embriones de vida,
embriones de muerte,
músicas contentas
de un atroz delirio,
las veo desde el mar
y las veo lejanas,
desaparecer en el cielo.
Últimas hijas
de un padre cruel,
muerto intentando
la absurda aventura
de vuestra creación,
por vosotras mismas
abortada.
Vórtices oscuros,
angustias escritas en el aire,
mantas destruidas
descoloridas por el tiempo,
regalan temblores
a los preludios futuros,
parálisis aburridas
conocidas
en el otro hemisferio
de su propia
personalidad.
La triste búsqueda
de noches enceguidas
por una lámpara apagada.
Casuales intermitencias
de coreografías melódicas,
músicas confusas
en composiciones
fragmentarias
más allá
la estabilidad
del declive escarpado
donde
el frotamiento de la vacuidad
aprieta el cuello
del último grito:
la cigüeña estrangulada
por su propio estertor.