En la perspectiva de una dimensión remota e inaccesible, una espera sin sentido solidifca y materializa los propios matices en aquella que nació hace poco con el sólo objetivo de elegir mi muerte.

Estoy seguro que un día el recuerdo de lo que está ocurriendo ya no nos parecerá más inverosimil porque todo era y es, ahora más que nunca, ineluctable como si hubiese estado allí desde hace tiempo en la simple y tranquila espera de ser descubierto.

En un brindis lejano el recuerdo convincente de un discurso suspendido del que sólo nosotros conocemos el final.

La dura, angustiante e inútil búsqueda de un lecho donde apoyar la mejilla y poder dormir sin el miedo de revivir de noche las atroces pesadillas del día.

Lleno, lleno de vacío.

Vagabundeo, vagabundeando en lo indeterminado.

En los juegos de mi fantasía tú eres para mí la mujer que todavía estoy esperando.

Las luces y las sombras se reflejaban en un rostro enrojecido o a veces pálido. Expresar estados de ánimo durante un viaje realizado casi en silencio, respirando el aire hiriente de los recuerdos lacerantes, revestidos con fugaces sonrisas de miedo y felicidad fluctuantes, unidas en el calor de los desiertos de los sufrimientos más graves. Luego la lluvia, mucha, mucha lluvia como para borrar todo y todo queda. Mojado, enfermizo, pero queda.

Un arco de pensamientos, una abertura a la mirada acobardada; intrépidamente: más allá el salto del olvido.

Hacer girar miles de vocablos alrededor de un perno inconsistente para encontrarse con la boca llena de palabras vacías y mientras dentro todo quiere explotar preguntarse ¿por qué? Algo dentro responde que es todo inútil. Por algunas horas nos sentimos tranquilos.