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Muy seguido las personas ancianas vienen excluidas de la vida activa de la sociedad y una parte de la opinión pública, hipócritamente, se sorprende. En realidad no es extraño que los ancianos sean marginados. Los vemos como el borrador de nosotros mismos, lo que nunca quisiéramos ser y por tanto para nada agradable. Y aunque si son nuestra imagen de un mañana, filtrada y reflejada por el espejo del tiempo, este hecho no tiene ninguna importancia porque no amamos identificarnos en lo que seremos si ello representa decadencia. Ésta también es una de las demostraciones que la decadencia existe en nosotros mucho antes que se manifieste físicamente.